¿ESTÁ EL FEMINISMO EN DEUDA CON LA PROSTITUCIÓN? Una mirada desde La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez.

 ¿ESTÁ EL FEMINISMO EN DEUDA CON LA PROSTITUCIÓN?

Una mirada desde La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada, de Gabriel García Márquez.

Últimamente he sido catalogado de misógino y antifeminista; inclusive, por Marvin, mi «viejo» amigo, con el que me conozco desde que tenía 11 años, y hoy ya tengo 33 (y lo dice alguien que piensa, como dijo alguna vez una compañera boricua: “menos perros menos pulgas”). A mí me parece que todo debe ser susceptible de crítica, y es que aplico la poderosa frase que me enseñó mi padre, Rubén Darío (no el poeta), de Don Quijote (cuyo libro no me he leído desafortunadamente) a Sancho Panza, tras ser nombrado gobernador de la isla Barataria, porque temía que se fuera a avergonzar de su pasado campesino, y eso diera lugar a que no lo respetaran: “si tú no te corres, nadie se pondrá a correrte”. Esta es una frase poderosa, que la trato de aplicar cada vez que puedo, para tratar de entender el pensamiento de las personas. Me considero una persona liberal, y que creo en la igualdad, tanto de hombres como de mujeres; de hecho, hasta pienso que, si entre los dos géneros hay alguno superior, son las mujeres. El ser dotadas por la naturaleza para crear vida, ya las hace, para mí, un ser superior al hombre. Obviamente, se necesita el esperma del hombre para crear la vida, salvo que se crea en los mitos, etc. De todas formas, es un decir, porque cada individuo debe ser analizado como individuo, más en estos momentos, en los que existe una amplia definición de género, que todavía no logro comprender.

Hace poco estaba conversando con otra gran amiga, Carmen, y ella me dijo que era feminista; allí tuvimos una pequeña discusión, en la que me dijo que el feminismo busca la igualdad entre el hombre y la mujer; le dije que, entonces yo también era feminista. Tengo mis reservas con el Me too movement, porque creo que el principio de inocencia es gran garantía del Estado de derecho, pero así también debe ser la protección a la víctima. Para eso están los jueces, para sopesar estos principios y determinar la protección a uno, y la presunción de inocencia al otro. El llamado lenguaje inclusivo, como ponen muchas veces que, en vez de decir amigos, dicen amigues, para incluir al hombre y a la mujer. Allí difiero totalmente; el español me parece un idioma bello, y con gramática estilizada. Si vemos otros idiomas, como el inglés, no existe género, y quizás resulta más feminista. En otros, como el alemán, existe un género neutro; de hecho, la flor en alemán se dice die Blume, pero cuando se cambia al genitivo se dice der Blume, que en teoría, der es mayoritariamente para masculino, como padre, hermano, etc. En el alemán, a diferencia del español, el plural es die, o meine (mis), que es el femenino. Pero no sé si los alemanes también se quejarán de un lenguaje más inclusivo.

Por supuesto que, todavía hay discriminación en contra de las mujeres, así como también las hay en contra de los homosexuales, los negros, los indígenas, los albinos, los inmigrantes; y todo esto debe ser rechazado desde todo punto de vista. De hecho, existe, incluso, un delito que se denomina apología al genocidio, que no sólo sanciona moralmente, sino que impone una pena al que ejerza un lenguaje discriminatorio fuerte. Pero también está de parte de nosotros hacernos valer y hacer de la necesidad una virtud. Hay algo muy sabio que escuché a Sadghurú, un gurú muy famoso de la India, que decía tus problemas, que no vas a prevenirlos, los puedes transformar en espinas o sabiduría.

Pero bueno no quiero extenderme más para explicar el punto de este pequeño escrito de opinión. Pienso que el movimiento feminista está en deuda con la prostitución, y expondré mis argumentos. Muchos señalan lo que escribe Gabriel García Márquez como realismo mágico; así lo dijo la profesora Yamilé, de español, una de mis profesoras más queridas. Otros señalan que tiene influencia del mundo guayú, lo cual dudo mucho. Yo siempre creo que Gabriel García Márquez (como me gusta llamarlo, porque Gabo me parece «pordebajearlo» un poco, además de ser muy confianzudo; es como decirle a Catalina, la Grande, de Rusia, Cata; o a la Reina Maria Teresa, del Imperio Austro-Húngaro, y madre de María Antonieta, la Tere) describe con maestría y profundidad la realidad, más de Colombia que de otro lugar. Pero, de todas las historias, la más macabra es para mí, la increíble y triste historia de la Cándida Eréndida y su abuela desalmada. Los invito a que se la lean, pero, en resumen, a la pequeña Cándida, que vivía con su abuela en la casa de ésta última, se le olvida apagar la vela, una niña al fin al cabo, y la casa se incendia. Como consecuencia de esto, la abuela la obliga a esta pequeña niña a prostituirse día y noche, con numerosos hombres de todo tipo, calculando la desalmada abuela, con cuantos hombres se debe acostar para pagar la deuda.

Gabriel García Márquez, como es un poeta, dice increíble y triste, pero a mí me parece macabra y real. La prostitución se dice que es la profesión más antigua del mundo, y algunos la respaldan pensando que, los que ponemos ojo sobre ella es por la parte moral. En mi caso no es así. Una cosa son los actores y actrices pornos; muchos de ellos crean su página en onlyfans; en países como los Estados Unidos la prostitución es un delito. En Colombia, no lo es. El delito es ser proxeneta. No me voy a meter en la justificación a la prostitución, pero quiero llamar la atención, señoras feministas, a que miren este problema con la vehemencia con que miran el acoso sexual de mujeres por hombres.

Y para esto cuento una historia personal: jamás he pagado por sexo, y no he recibido dinero por ello; pero una vez estuve con dos amigos celebrando un cumpleaños en un Estadero en Barranquilla, en el cual había prostitución. Me acerqué a una chica, muy joven y bella, y le pregunté, por curiosidad cuanto cobraba; con acento cachaco, me dijo (hace casi 10 años) $50,000. A mí no me digan que su elección es ser prostituta, porque lo que había allí eran hombres borrachos y desagradables. Esa muchacha seguramente llegó allí por la desalmada vida que a muchos le tocan, y que no pueden salir de allí, aunque quisieran, así como le pasó a la Cándida Eréndida. La psicología, la necesidad, el miedo, el temor, la adicción, y la mayoría de las veces, nuestra vida, corre sin que nosotros la podamos controlar. La Cándida Eréndida tiene un final feliz; no digo mucho para que se la lean. Y a ustedes feministas, las invito a que sean ese Ulises de las innumerables cándidas eréndidas que hay, no sólo en Colombia, sino en el mundo. Ellas las necesitan más que el castellano.


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